Tanta tinta ha corrido, tantas reflexiones, testimonios, denuncias, datos, propuestas y aún proezas en estas semanas de confinamiento, que cuesta trabajo encontrar la propia voz para compartir una reflexión. Hay muchos temas importantes abordados como las decisiones tomadas desde el sistema educativo y las instituciones, las políticas públicas nacionales en salud, los encuentros y desencuentros suscitados… y tantos más… Me propongo en este breve texto enfocar un asunto en particular: el vínculo pedagógico entre docentes y estudiantes.
Quisiera pensar lo que estamos viviendo en el sistema educativo nacional en los distintos niveles, no solamente como una circunstancia que nos ha llenado de tensiones derivadas de la necesidad de atender numerosas nuevas tareas para las cuales no estábamos preparados, sino en primer término, como una gran e inconmensurable oportunidad de reflexionar sobre el sentido profundo de la docencia y la manera en que lo esencial, lo verdaderamente importante, queda al descubierto en medio del acontecer actual: unas personas, un propósito que las reúne, y un conjunto de dispositivos y artefactos que ayudan a concretar las tareas en función del objetivo más amplio que vincula a esas personas.
Si como dice Carina Kaplan, en cada acto social se pone en juego la constricción y la libertad; el mundo de la necesidad interactúa con el mundo de la creatividad (2014, p. 19), entonces podemos reflexionar sobre las decisiones que hemos tomado en una circunstancia que nos constriñe de forma tan importante, así como sobre sus consecuencias.
En el momento de la caída del telón de la cotidianidad, la primera oportunidad que se nos presentó como educadores a distancia, fue la de observar y registrar lo que aconteció en nuestra propia docencia: Además de que nos quedamos sin condiciones presenciales y sin el tipo de recursos didácticos con los que nos movíamos de manera habitual, ¿se cayó algo más? Es decir, ¿el sentido de lo que nos reúne, la tarea específica que estaba en proceso, mantuvo su importancia, su valor y su razón de ser o se derrumbó junto con el telón y la escenografía? El tema de fondo es: ¿qué importancia, qué valor, qué sentido tiene para nuestros estudiantes –pequeños niños y niñas de preescolar, de primaria, jóvenes de secundaria, bachillerato o universidad- lo que les ofrece la educación escolar, y en concreto el área en que nos toca colaborar?
Aunque no somos los docentes responsables de los diseños curriculares que nos corresponde transformar en oportunidades educativas, aún allí, en medio de lo definido por otros, nuestro espacio de actuación está presente. La manera en que nos vimos –desvalidos, decididos, retados, confiados, empoderados, ausentes, paralizados o de cualquier otra manera- cuando perdimos "las agarraderas", por así decirlo, es una buena radiografía para saber si en nuestra tarea docente hay un proyecto, un sentido educativo importante, valioso a la luz nada menos que de sus destinatarios. ¿Qué descubrimos sobre lo que nos permitió –o no- seguir caminando, mantener la importancia de nuestra tarea, aún en medio de un apagón general? Los descubrimientos que hagamos al respecto, son un enorme regalo del Día del Maestro 2020.
Por lo que toca a esas personas con las que trabajamos todos los días, ¿qué pudimos apreciar sobre la naturaleza del vínculo que hemos construido? ¿Se desvaneció? ¿Se resignificó? ¿Se fortaleció? ¿Permaneció sin daño? ¿Qué tensiones y qué oportunidades se han presentado a partir de las relaciones previas con padres y madres de familia?
Cualesquiera que sean nuestras respuestas a estas cuestiones, son valiosas como información para nuestra reflexión personal, en nuestro carácter de profesionales de la educación. Si no tenemos siquiera condiciones para vincularnos de manera personal, porque atendemos tantos grupos y tan numerosos, ¿qué nos dice esto sobre las condiciones de nuestro quehacer docente? Si nuestros estudiantes no tienen condiciones de acceso a internet o recursos para conectarse, ¿de qué manera nos vemos retados por esta situación? Si nuestros alumnos pudiendo conectarse no lo hacen o se involucran de manera precaria y simulada, ¿qué significa esta situación? Si logramos ajustar la tarea y su sentido, si los vínculos previos nos ayudaron a sortear las dificultades operativas de este tiempo, ¿qué nos dice sobre los alcances e importancia potencial de nuestra profesión?
Uno de mis alumnos universitarios de 4º semestre de Psicología, Pablo Rojas, comentaba en uno de sus trabajos de clase a distancia, que "sería una doble tragedia el hecho que no aprovecháramos esta situación para pensar sobre nuestra existencia, más allá de los deberes, más allá de la rutina". También planteó que "las instituciones educativas deben reestructurar su agenda para tener como principal objetivo la reflexión, no la distracción". Me sorprendió tanto este llamado de atención de mi alumno, que he guardado como el gran regalo del Día del Maestro de este 2020 esta invitación a la reflexión sobre el sentido de mi trabajo docente. Y con ello, el no dejar que la distracción llene la agenda, dejando fuera lo verdaderamente importante de este tiempo.
Con o sin telón y escenografía, con o sin tarea relevante, con o sin vínculos fortalecidos con nuestros estudiantes, aquí estamos hoy los docentes, en una circunstancia compleja y no elegida. Pero en función de nuestras respuestas a tales cuestiones, tenemos la posibilidad, en cada nuevo encuentro, de que el mundo de la necesidad impuesta interactúe con el mundo de la creatividad, de la decisión y la fortaleza para llenar el espacio que nos corresponde. ¡No necesitamos más! La posibilidad de reinventarnos y recrear nuestra docencia, sin dejar de ser nosotros mismos: ciudadanos, padres y madres de familia, inmersos en situaciones de vida que nos acercan, quizás como nunca antes, a las realidades que viven las familias de nuestros alumnos. ¡Feliz Día del Maestro!
Dra. Ma. Cecilia Fierro Evans. Investigadora y académica